El verdadero amigo y quien mejor entiende a una guitarra flamenca es el cantaor flamenco.
Tres amigos que, aunque unidos por el sentimiento, no siempre se reconocen cuando se ven, pero si cuando se oyen.
Cuando una guitarra en el silencio de la noche toca por fandangos, su inquebrantable amigo el cantaor le responde dando señales de que le ha entendido.
La vida un día nos lleva a un recinto lleno de gente, todo el mundo contando sus pesares, sus rutinas, lo que fueron y lo que son, las fiestas pasadas y las próximas… De entremedio se alza una voz desgarradora que empieza a cantarnos su tragedia de amor; unos se callan y ponen atención, otros siguen contándose sus cosas: no comprenden la pena de este hombre, solo una guitarra, desde un rincón del salón, conoce esta forma de sufrir intentando trasmitir su dolor, y a través sus notas llora con él, y le dice: yo te comprendo, cuéntame tus penas y repartámonos tu dolor; ella, que conoce perfectamente esa forma de contarlo, le acompaña en su soledad anunciando al mundo el drama vivido: la letra, el quejío, la nota, todo ello nos habla de la profundidad de una herida, nos dice que el corazón no puede sangrar más, que ya solo queda dolor y un triste recuerdo que no se puede olvidar, no hay forma de reparar aquella cicatriz.
Los tres juntos se comprenden y lloran hoy, otro día cantarán las alegrías de una boda, de un cumpleaños, de un bautizo… El guitarrista siente el mismo dolor o la misma alegría, pero no lo puede expresar solo, su compañera inseparable, amiga del alma, es su expresión, es el vínculo que facilita el abrazo virtual de la comprensión entre los tres.
Se quieren tanto, porque saben la necesidad que tienen el uno del otro de trasmitir sus cuitas y sus alegrías. Aun entre gente respetuosa, entendida y sensible como la afición de Campanario, reconociendo que casi todos sabemos de que estamos hablamos, los que de verdad se entienden son ellos: cantaor, guitarra y guitarrista. El palo que expresa la guitarra la entiende el cantaor, la historia que canta el cantaor la entiende la guitarra, en esta intima comunicación el maestro guitarrista apremia a la guitarra para que hable con nitidez en el mismo tono que el compañero, deseando sacar el duende que lleva dentro y que lo cuente todo: unas veces penas otras alegrías, otras soledades en la tierra mía, otras colombianas del pasado que no vuelve y otras agonías de la vida por lo que tienen de negrura; oficios que te hunden en la congoja o te ensucian: vidas de mineros, poceros, carboneros… Estos profesionales pocas alegrías pueden cantar en su día a día, para ello está el cante de las minas, mirándose en él nos pueden contar su drama. El martillo y el yunque nos hundirá a todos, aunque solo sea por un momento, en las penurias de sendos trabajos.
Para cantar a los cuatro vientos las suertes o las desgracias, dos corazones, una voz y una nota, te dicen que algo está pasando y por si tú no lo sabías te lo dicen cantando; que el trabajo es duro, al hermano que le han echao del curro, que la novia se fue con otro, que el matrimonio se ha roto, que has tenido un accidente y te has quedado sin el camión de la chatarra. Todo esto se cuenta, pero el que sabe cantar lo canta.
Cada palo, cada compás, se presta mejor a canalizar ese modo de sentir de cada uno, por eso el protagonista: víctima o intérprete, elige aquel palo que mejor le ayuda a dar a conocer el fracaso o la victoria. La vida está llena de caídas y vuelta a empezar, unos se lo callan y otros lo cantan.
Y para terminar recordemos que muchos de nosotros nos podemos comunicar por gestos incluso a una distancia, pero la comunicación de estos tres singulares amigos, ha de ser por la voz y la nota, partiendo inexorablemente de un oído magistral que les lleva a responder con acierto: en tiempo, tono y letra.
DC Levita