Señor,
al amanecer vi al hombre
tomar al mudo en sus manos
con pasión, con frenesí,
y, parecía decir:
el cosmos gira por mí.
Después,
lo vi agitado y nervioso
movido por sus afanes.
Luego cuando atardecía
vi su cuerpo desgastado
y en su rostro la fatiga.
Sus pies caminaban torpes
hacia el hogar añorado
y el reparador silencio,
las calles también callaron,
se agotaron las noticias
y esas voces disonantes,
agoreras y agobiantes,
que siempre están anunciando
que se acerca lo peor.
¡Cuántos sueños agitados
provocaron sin motivo,
los que ahora ha dormir
se han ido!
Y, sólo Tú te has quedado
cuidando de nuestras vidas,
despiertas como dormidas.
A esta hora misteriosa
busco el encuentro contigo
porque estando junto a ti
todo se vuelve sencillo:
cesa el peso abrumador,
el mundo gira liviano
sostenido por tu mano.
Los problemas de los hombres
se disuelven como sal
si se arrojan en tu mar.
A esta hora, sólo importa
estar muy cerca de ti,
sintiendo que Tú nos miras
y dejar todo temor
porque pase lo que pase
Tú nos darás lo mejor
Paz.