Campanario acaba de escribir con letras de oro un periodo de su historia en el Libro de la Vida. Periodo corto pero intenso. Han aflorado sus mejores sentimientos y los ha compartido entre si.
No es fácil sobreponerse al azote de la enfermedad que muchos pueblos esta sufriendo. La enfermedad planea sobre nuestras cabezas y tiene sumidas a muchas familias en una interminable angustia, lo que no deja humor para fiestas, pero hay que afrontar con entereza y con valentía las situaciones difíciles, y hay que sacar partido a la vida: a la amistad, a la relación familiar, a la vecindad; hay que sacar partido al amor.
Campanario ha dado una lección sin pretenderlo. No basta amar en silencio, amar al recuerdo, amar a los que nos dejaron, hay que amar a los que quedan.
No sabemos quien hizo la primera invitación. Campanario a su Virgen, o la Virgen a Campanario. ¿De quien partió la idea de celebrar esta espectacular conmemoración? Quizá Campanario animado por su Virgen? ¿Quizá por iniciativa propia?
Campanario seguramente quiso aprovechar para celebrar con especial singularidad, profundidad y recogimiento, alegría desbordante y mucho respeto, lo que ha podido ser un excelente motivo para salir de la rutina. ¿Habrá sido la Virgen la que ha pedido a su pueblo esta unidad, esta colaboración desinteresada, este autentico hermanamiento que sobrepasa los limites de la fe? Un pueblo unido en una misma fe, eso es lo que hemos visto.
¿O ha sido un pueblo con autenticas raíces cristianas que ha querido decir a su Virgen… Nosotros hemos perdido hijos, hermanos, padres, algunos de ellos en la flor de la vida, pero eso es poco comparado con la muerte de un santo, de un sabio, de un hombre al que debemos el haber conocido miles formas de amar, miles formas de agradar y de ayudar al prójimo. Eso es poco respecto a la muerte física de Dios, al aniquilamiento del caudal de la palabra de Dios, con el intento de eliminar el mensaje que nos quería transmitir para nuestra salvación. Lo arriesgado era que no podía hacerlo si no se hacía hombre, si no se hacia carne como nosotros, igual de frágil, igual de vulnerable, igual de molesto para los que obran el mal, denunciando sus fechorías.
Así era el Hijo de la Virgen, ese buen hombre al que mataron con 33 años en la flor de la vida también. Por eso la Virgen ha disfrutado con Campanario en estos días, porque la Virgen sabe también de alegrías, sabe que el dolor queda atrás y debemos caminar hacia la luz, hacia la esperanza de encontrarnos un día con ella y con su hijo Jesús, y con nuestros hijos, hermanos, padres, y con todos los que nos dejaron.
En uno de estos días, cuando presentía el gozo bien merecido de Campanario mi pueblo, con la emoción que me dejaba mudo, inmóvil, tembloroso, cuando los escalofríos me corrían por todos los huesos de mi cuerpo después de saber lo que estaba ocurriendo en Campanario, me puse en manos de la Virgen de Piedraescrita, y le dije: No soy nada, pero todavía siento lo que mi pueblo está haciendo por superar lo bueno de su historia vivida, lo bueno del día de tu Coronación como Reina de la Serena hace 50 años, lo bueno de la nobleza de sus corazones que te lo dicen cantando, los niños hablando, otros en poesía, y todos unidos como una piña acompañándote día a día, barrio a barrio, calle a calle, enfermo a enfermo, sin perder el entusiasmo, sin aparentar cansancio, sin escatimar aplausos, sin avergonzarse de llorar porque te quieren, porque te siguen, porque siguen tu ejemplo, cuando dijiste “Si “ sin saber en el lío que te metías.
Campanario a ti también te ha dicho “Si” y quiere vivir una vida nueva, sin rencores, sin envidias, sin criticas maliciosas, manteniendo siempre ese espíritu alegre, bromista, chistoso, acogedor y noble que le caracteriza, y con una fe puesta en tu hijo Jesús y en ti.
Todo ha cambiado. Cuando terminen estos días, quedará un recuerdo imborrable, nada será igual. El día de Piedraescrita, será un día de autentico homenaje en tu honor.
La virgen me pide que no me calle lo que llevo sintiendo en mi corazón desde hace tiempo, y me pide que lo diga con alegría, que no nos preocupemos por los que murieron, que ellos y toda la Corte Celestial han vivido una auténtica fiesta contagiados por vosotros.
Y ahora digo lo que no me puedo callar, mi especial homenaje a todas aquellas buenas personas que hubieran disfrutado muchísimo con los acontecimientos vividos en estos días: Mi cariñoso recuerdo a D. Pedro el párroco, a Urbano Caballo, Paco Torres, el hijo de Isabel y Coronado, Isabel la mujer de Juan Durán, Eugenio el del estanco, mi hermana Pauli, Julio marido de mi prima Isabel, Lorenzo el cartero …… y a todos los que murieron de muerte natural o de accidente, con el deseo presente en mi corazón de celebrar un día junto a ellos y con todo mi pueblo las alegrías del cielo.
Al pueblo de Campanario, mi pueblo, gracias, gracias, gracias, me he dado cuenta que os quiero un montón.
Diego Caballero Huertas
“Levita”