DESPUÉS DE UN SUEÑO

 

Hace un tiempo, en una Feria Internacional de Arte, la hija de un colega me contó una historia insólita, como mínimo inusual, me dijo que un artista de los que trabajan para su galería, se había revelado como pintor extraordinario después de un sueño y a los casi cincuenta años, y que al cabo de tres años de intenso trabajo alcanzó el mismo nivel que otros artistas con estudios universitarios y muchos años de experiencia.
Hoy que le he conocido, he descubierto que se trata de una persona muy peculiar, tiene obcecación por la pintura, y su línea es la hiperrealista, valores que junto a una acusada tenacidad le permiten desarrollar unas obras de superior belleza plástica, dignas de ser comentadas. Es por ello, que sus trabajos empiezan a ser demandados en ciertos ámbitos sociales, representando una garantía para todas aquellas personas que confían en él e invierten en su obra.
Paulina, que así se llama la hija de mi colega, me insta a que publique esta historia; me dice que vale la pena dar a conocer estos cambios tan radicales de actitudes y conductas y que la misma historia objeto de desconcierto nos va a sumir más en el misterio insondable de la mente humana, demostrado en los últimos siglos, en la magnánime obra de no pocos genios en todas las ramas del saber
Opciones personales importantes que cambian una vida tanto para bien como para mal, es lo que nos lleva a pensar que a veces somos movidos por unos hilos invisibles manejados por una inteligencia superior.
Paulina me dice que un día mandará al pintor a mi despacho para que me relate personalmente la historia de su vida, especialmente el hecho que le impulsó a dar el giro de 180º y salir de la mayor de las pesadillas; las “letras” le consumían y estuvieron a punto de quitarle el piso por falta de pago.
Por fin un día Pedro, viene a mi despacho, para que nuestra galería le organice una exposición. Me enseña sus pinturas y, francamente pienso que tienen calidad más que suficiente para que llevemos a cabo la mencionada exposición. En un momento de la charla se me ocurre peguntarle que dónde había cursado estudios de arte, a lo que me contesta: me hice pintor después de un sueño, -pensaba que ya se lo había dicho Paulina.
Después de conocer sus trabajos y observar con la contundencia que me hablaba del misterioso sueño, me entró más interés todavía en hacerle la entrevista. Quedamos para un día, un mes antes de la exposición y esa mañana en mi despacho nos volvimos a encontrar.
Antes de empezar formalmente el relato del sueño me dijo, que tiene un tío en Paris y que es su padrino.
-Mi tío está casado y tiene una hija. Desde siempre me ha querido mucho y me ha hecho muchos regalos. En varias ocasiones me ha invitado a su casa. Como es funcionario y tiene un buen, sueldo siempre me invita con gastos pagados.
Me gustaba ir a Paris pensando que algún día encontraría la chica de mis sueños. Siempre me iba solo a pasear a la orilla del Sena y donde escuchaba música allí me metía. También me pasaba las horas en los Campos Elíseos, unas veces paseando, otras sentado en un banco, no perdía la esperanza de que un día apareciera mi princesa.
Hoy ya tengo cincuenta y cinco años y hasta el año pasado permanecí soltero muy a pesar mío, puede que no sea muy agraciado físicamente pero lo que vale según dicen por ahí es la belleza interior y de eso creo que estoy sobrado. Lo malo es que las chicas nunca aguantaron hasta conocerme por dentro. Gracias a Dios, Maruja mi mujer, goza de especial intuición y supo ver en mí lo que otras no vieron !me emociono¡
-Es normal, Pedro es un pintor que nadie podría imaginar por las vicisitudes que ha pasado en los tres últimos años, es tan natural y está tan integrado en su nueva labor creativa, que cualquiera vería en él a un artista con años de oficio. La realidad es otra y muy distinta. A continuación intentaré desgranar todo lo acaecido hasta el momento en la vida de Pedro y la causa que le llevó a la creación artística.
Me cuenta un relato lleno de matices y múltiples requiebros, que finalmente le han puesto en el camino donde siempre debió estar. Me insiste que el cambio de vida que experimentó hace alrededor de tres años, fue motivado, se quiera reconocer o no, por un sueño, ciertamente extraño e inexplicable.
Comienza el relato: Me hice pintor después de un sueño.
En el sueño fuimos invitados por mi tío mi hermana y yo. Una mañana que mi hermana se fue con mi prima a unos grandes almacenes, yo me fuí como de costumbre a los Campos Eliseos y esta vez sucedió lo que nunca me había sucedido en la vida real.
Fue una historia con tintes mágicos. Me veía paseando en Los Campos Elíseos y según paseaba placidamente, mi paseo se vio interumpido por unos gritos y voces, me acerqué corriendo al lugar de donde procedían los gritos y observé a mucha gente alrededor de un estanque mirando al agua, yo no podía entender nada, pero aun con esa sensación de impotencia que yo sentía, en lugar de quedarme observando sin entender lo que pasaba, lancé una voz mas fuerte que las demás y dije ¿Qué es lo que pasa? ¿Me puede decir alguien que es lo que está pasando? Y entonces una de aquellas personas angustiada por la situación parece ser que si me entendió y me dijo: Un niño se ha caído al estanque y se está ahogando. Sin pensarlo un instante me quité la chaqueta, me lancé al agua y buceando como pude vi al niño y lo saqué a la superficie; cuando lo llevaba en brazos observé de pronto a una señora que venía gritando y corriendo hacia mí, me quita el niño violentamente de los brazos y me dice algo que no puedo entender, imagino que sería las gracias. Después me dijeron que era la madre del niño. Lo que sí pude entender fue una fuerte ovación, con aplausos incluidos, pero lo más bonito, lo más tierno para mí, fue el que una joven que permanecía en silencio al lado de los demás se viniese hacia mí y me besara, me quedé estupefacto, por un beso así soy capaz de salvar un niño cada día, pensé. Nada más besarme, en un español entre francés e ingles me dice: Tengo un estudio muy cerca de aquí y deberías venir a cambiarte de ropa o al menos secarte un poco, estás empapado. No me lo pensé dos veces y acepté la oferta. La chica algo más alta que yo, morena, con el pelo castaño y ondulado y un lunar en el pómulo derecho se llamaba Mélody, era americana y también pintora. De camino hacia estudio, me comentó que llevaba viviendo algunos años en París y que de vez en cuando iba a Madrid para ver exposiciones en El Prado o en el Tisen; que era una viajera empedernida, y que por ese motivo se había visto obligada a aprender algo de español.
Llegamos al estudio. Me llevé la sorpresa de mi vida, nunca antes había visto tantos cuadros juntos, tanta belleza junta; ocurrió que dentro de la sorpresa noté como si se despertara en mi una sensibilidad y un interés especial por la pintura y los innumerables objetos que tenía ante mí, este ambiente chocaba extraordinariamente con mi vida anterior, nunca yo había pintado y nunca jamás me había encontrado en un lugar semejante.
Las tres estancias de aquel apartamento estudio estaban repletas de cuadros, esculturas y objetos de lo más variado, había retratos, bodegones semi-abstractos y un grandísimo y extraordinario paisaje amazónico con una profundidad sobrecogedora y lleno de misterio* Siguiendo el recorrido veo muchas fotografías, seguramente gran parte de aquellos objetos y fotografías, eran recuerdos traídos en los viajes que Mélody hiciera a los cinco continentes.
Recuerdo cuando me mostró su último proyecto, en el que estaba trabajando, eran unas pinturas africanas, y digo africanas porque solo veía arena, dunas y más dunas, fue lo más exótico que hasta entonces yo había visto. Eran cielos azules y dunas de un rojo incandescente y una luz naranja cegadora, de un sol también naranja. En uno de ellos había unas figuras muy estilizadas, poco más que insinuadas, en color negro, y otras, en otro cuadro, con unos colores intensísimos, diría yo vibrantes, figuras portando algo en la cabeza, todas ellas se confundían con la luz natural del paisaje que parecía estar ardiendo.
Cuanto más me enseñaba Mélody más atónito me quedaba; no podía salir de mi asombro. Nunca pensé que mi visita a Paris terminaría siendo tan emocionante.
Una vez visto todo el apartamento, recuerdo que Mélody me hablaba de Venecia, de su último viaje a Venecia en fechas de Carnavales. Mostrándome las caretas que compró hizo que me pusiera una, ella se puso otra, también se puso un traje de época adquirido en una subasta y vestidos ambos de esta guisa, ante el deseo de vivir una nueva experiencia me conminó a que bailásemos. No tuvo que hacer gran esfuerzo pues el deseo era mutuo. Abandonado en los brazos de ese ángel, era tal la embriaguez de gozo que sentía que me resultaba imposible permanecer consciente, mi yo hacía tiempo que me había dejado, los movimientos se sucedían con total ausencia de gravedad, danzábamos y danzábamos como pavesa a merced del viento, el tiempo no existía o parecía detenido, solamente el deseo de permanecer en un abrazo eterno acercaba nuestros cuerpos más y más; la música no cesaba de sonar, desde el lugar en que nos encontrábamos era apenas audible, afortunadamente esta misma música fue el dato revelador de que aquel abrazo se prolongó largamente, hoy pienso que mi subconsciente no quería devolverme a mi negra realidad. Cuando quisimos darnos cuenta nos encontramos tendidos en un diván, no hicimos el menor intento en cambiar de posición. En ese mismo diván ella descansaba los días que no se iba a casa.
Todas estas últimas escenas que recuerdo del sueño, estaban edulcoradas con una música de acordeón deliciosa, una música con efectos trasgresores de la conciencia. Música igual o similar fue la que terminó despertándome.
Casualmente cuando desperté mi mujer tenía puesto un disco de vinilo que trajimos en el último viaje a París. Lo compré después de haber oído en vivo, a la orilla del Sena, la misma música de acordeón, típica de Paris, que me llegó al alma.
Ahora me planteo ¿Qué sería antes, el sueño y después la música que me despertó, o la música, y que esta diera origen al sueño por los buenos recuerdos que traía de mis viajes a París?
Este despertar fue el más triste de mi vida, con él volví a la realidad desesperanzadora que estaba viviendo, mi trabajo cada día era menos demandado por mis clientes, y cada día me costaba más llegar a final de mes. Así que tocado por ese sueño, no sé si venido del cielo por lo sublime, me vi arrastrado a tomar una decisión.
Los días siguientes vivía como en una nube, no quería ni debía aceptar mi drama profesional, mi triste realidad estuvo a punto de convertirse en tragedia y eso tenía que evitarlo. Al mismo tiempo, en algunos momentos, mi vida se tornaba de un gris más claro siendo más llevadera, todo gracias al eco de aquel grato recuerdo que volvía de forma intermitente a mí cabeza como tabla de salvación. Inevitablemente seguía obsesionado con aquellas imágenes del sueño, lo que me traía paz y sosiego a esa situación de incertidumbre y desesperación. Se hicieron tan persistentes las mismas imágenes en mi mente, que llegué a considerarlas el preludio de un gran cambio. Me hicieron presentir que algo hermoso me iba a suceder. Aquel sueño tenía que venir precedido de algo real y bastante mejor de lo que estaba pasando en aquellos últimos meses.
Uno de esos días al levantarme y no saber que hacer, como en los anteriores, volvieron las mismas imágenes, y como yo me aferraba al sueño desesperadamente con el deseo de descifrar un posible mensaje, ello me trasladaba al mismo escenario vivido. Era tal mi obsesión que esta vez me pareció oír de nuevo a mi princesa, mi amor siempre deseado, mi amor imposible. Era la voz característica y firme de Mélody que me decía: Si tan impresionado quedaste al ver mi pintura, no te hundas ahora y ponte a pintar. ¡Pinta! ¡Pinta! ¡Pinta! Y así en alguna ocasión más. Fue esta voz angelical la que me hizo tomar la decisión de iniciarme en este absorbente y mágico mundo de la pintura ¡Como no hacer caso! mi fascinación y dependencia era total a las benditas secuelas del sueño. Por ello en este mismo instante decidí aprovechar ese halo de inspiración y ponerme a pintar Los días que no tuviese otro trabajo que hacer solamente pintaría. Y de esta manera empezó a cambiar mi vida. Un sueño de esta naturaleza, con esa carga emocional es difícil que no deje honda huella. Así que compré el material adecuado y me puse, en un principio a dibujar retratos a lápiz y después al óleo; los progresos no se hicieron esperar; me sentía cómodo; no representaba un trauma para mí el haber cambiado de actividad. Más tarde, como digo, cometí la osadía de empezar con el óleo y los resultados están a la vista.
Ya va para cuatro años y esto que presento hoy en la Galería Virtual … es lo último que he hecho. Prácticamente en la actualidad me dedico solo a pintar, soy inmensamente feliz, y ahora he comprendido la fantasía que envuelve toda actividad plástica. La aparente realidad de mi sueño, sin serlo, trastocó mis planteamientos de vida anterior, no por ello olvido que siempre la realidad supera a los sueños.
Este mundo real en el que me encuentro hoy, es la fuente de sueños por excelencia, no solo porque los vivo en primera persona, sino porque de manera indirecta hago que los vivan la gente de mi entorno.
-Por extraña que parezca esta historia, la realidad y la paradoja está en el alto nivel de calidad de los trabajos de Pedro en tan poco tiempo de experiencia.
No obstante, yo no opino, me limito a transcribir el relato de un hombre que cambió su vida a partir de un sueño, y según sus palabras es ahora cuando está viviendo el sueño verdadero.
Diego Caballero

*Según me lo contaba Pedro recordé los paisajes de Armando Morales, pintor de Honduras.
Nota: Finalmente se ha optado por no desvelar el nombre del personaje de la historia y he utilizado el nombre de Pedro de forma ficticia para no herir suceptibilidades.

Derechos de autor registrados.

 

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