Llegaron como hienas voraces aprovechando la oscuridad de la noche.
Sabían que no hacían bien y temían que la luz del día les estropeara su macabro plan.
Jesús, intuyo que había llegado la hora y no mostró resistencia, sí pidió que respetasen a sus amigos.
El pueblo humilde y sensato se dejó arrastrar por unas mentes calenturientas y llenas de odio; no se daban cuenta que eran movidos de forma sibilina por el poder religioso, interpretando, que con la salida de Barrabas, su liberación del yugo romano estaba más cerca.
La sociedad en fiestas se vuelve más vulnerable y fácilmente manipulable, faltarían cuatro gotas de alcohol para llevarla a cometer las mayores atrocidades.
Así pasó con Cristo, se mofaron de él sin darse cuenta que fueron los inductores del mayor ultraje que se le hizo por los invasores. A los romanos no les costó participar en esta farsa de juicio, ellos eran idólatras; lo inconcebible fue la actitud del pueblo judío, renunciando al mensaje de su Dios a través de los profetas. Hoy volvemos a caer en el fervor de la fiesta pero, cuando el cansancio nos vence abandonamos a nuestro Dios y sólo llegan al final como llegaron a la Cruz en el Gólgota cuatro.
Al principio, en el mejor de los casos, en las procesiones se da cita todo el pueblo pero, cuando el Misterio vuelve al claustro de donde salió, sólo va acompañado por el párroco, sus incondicionales, la representación municipal, banda de música, y un puñado de vecinos tradicionales, un tanto nostálgicos, que no renuncian a la fe aprendida de sus mayores. Eso es la Semana Santa en algunos pueblos, una copia exacta de lo que aconteció hace 1985 años. La diferencia radica en que hoy no se vocifera y los ánimos no están exaltados, pero sí hablamos en todo el recorrido de los pasos como si nuestra interpretación estuviera al borde de la farsa. En otros pueblos y en otros pasos, se aprecian otros silencios y otra concentración. A donde la costumbre es hablar con los amigos y amigas, el pensar en el silencio sería otro concepto de Semana Santa.
En ese pueblo exaltado y acusador también había gente de fe, y agradecidos a los dones de Jesús, pero sus voces eran ahogadas por la masa inquisidora.
Y de nuevo, nuestro Señor, hoy diría: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”
DC Levita